Recuerdo en pleno invierno, entrenando con Fran, hacía un frío de narices: en concreto -2 ºC. Mientras corría con el viento helado golpeando mi cara protegida por el buff y el gorro, se venían a mi cabeza las imágenes de la película Batman Begins, con su tema Vespertilio en las que el protagonista pasa un buen calvario hasta llegar al templo al principio de la película. Se hizo muy difícil entrenar, tocaban series y aquello es duro y más con frío. Pensé en parar, pero seguí. Y en otro entreno con series, alcanzé un ritmo endiablado que jamás había conseguido tener, gracias entre otras cosas, al Mister, que iba tirando de mí. Eso si, acabé con una voz, que parecía un teleñeco. En ese entreno se me pasaron muchas cosas por la cabeza, fue tan duro que hasta pensé, de nuevo, en parar. Pero decidí seguir. La decisión entre una cosa o la otra era extremandamente fina. Decides en décimas de segundo, pero has de tomar una decisión u otra. Es un lugar extrañamente mágico.
Todos lo conocemos. Cualquiera que haya llevado su cuerpo al límite conoce esa sensación y ese lugar. Al igual que un héroe griego presto a enfrentarse al peor de los monstruos, podemos elegir dar la vuelta y parar. O por el contrario, aferrarnos a nuestro escudo y espada confiando en nuestro potencial. Claro que, parar significa un "falso" relax, una agradable sensación de bienestar, alejados de la agonía y de la prolongación del sufrimiento que representa seguir "luchando".
Todos lo conocemos. Cualquiera que haya llevado su cuerpo al límite conoce esa sensación y ese lugar. Al igual que un héroe griego presto a enfrentarse al peor de los monstruos, podemos elegir dar la vuelta y parar. O por el contrario, aferrarnos a nuestro escudo y espada confiando en nuestro potencial. Claro que, parar significa un "falso" relax, una agradable sensación de bienestar, alejados de la agonía y de la prolongación del sufrimiento que representa seguir "luchando".
Metafóricamente, la lucha es muy encarnizada en el interior de cada uno |
Pero si logras mantenerte firme, si logras "hipertrofiar" tu voluntad y seguir adelante sin rendirte, te conviertes en algo superior: una especie de coraza parece envolverte, haciendote más fuerte, más potente y destrozando los límites impuestos y alcanzando la gloria. Nada alejados de la realidad de estas frases de novela, así es. Estamos hablando de la adaptación.
Esas modificaciones que se logran en el organismo bajo la
influencia del entrenamiento y que se manifiestan desde un nivel
molecular, haciendo que alcanzemos un escalón superior. Se define como la capacidad de los seres vivos de acostumbrarse a las
condiciones del medio ambiente, en este caso a las cargas del
entrenamiento.
El atleta recibe una carga, percibida como un “estímulo agresor” para nuestro organismo y entra en sus fases de alarma, resistencia y agotamiento, tratando de solucionar el “problema”. Se producirán una transformaciones de mejora física, funcionales y psíquicas bajo el efecto de cargas externas siempre que los estímulos alcancen una intensidad adecuada a la capacidad individual de rendimiento, un volumen mínimo determinado y haya un intercambio correcto entre carga y recuperación. Evidentemente si reducimos o no incluimos la carga necesaria, estas adaptaciones irán desapareciendo progresivamente, de inversa manera a la que fueron apareciendo. Biológicamente hablando, las cargas a las que sometemos al cuerpo, comprenden unas fases posteriores, en las que destacan: La etapa de adaptación urgente y la etapa de adaptación a largo plazo.
· La etapa de adaptación urgente, donde entran en juego la carga y las reservas funcionales y como consecuencia de ello:
1º- Aumento
brusco de la frecuencia cardiaca, del débito ventilatorio, consumo de
oxigeno y de la concentración sanguínea del lactato.
2º- Alcance de un estado estable: la actividad de los diferentes sistemas funcionales se mantiene a un nivel constante.
3º- Desaparición
progresiva del equilibrio entre las necesidades ligada a la actividad y
su satisfacción, por razón de la fatiga del sistema nervioso central y
del agotamiento de las reservas energéticas. Es esta fase la que no
debemos alcanzar con frecuencia pues evitará los procesos de adptación a
largo plazo y tendrán consecuencias negativas para nuestro organismo.
Lo que denominamos “pasarnos de la raya”.
·
La etapa de adaptación a largo plazo, donde intervienen mecanismos
totalmente diferentes. Cuando se impone una carga superior al nivel
habitual a un órgano o a un conjunto de órganos, la síntesis proteica
aumenta al nivel de las estructuras cuya actividad es solicitada. Así en
tres meses aumenta la masa muscular, el volumen cardiaco y el consumo
máximo de oxígeno. Esta adaptación trae consigo una serie de modificaciones en el cuerpo tales como:
· Multiplicación de las estructuras funcionales en los órganos y tejidos llegando a un aumento de sus reservas funcionales.
·Perfeccionamiento de los mecanismos reguladores asegurando la coordinación de la actividad de los sistemas funcionales.
Debe existir un equilibrio y conocimiento de los diferentes tipos de cargas: los ejercicios de tipo aeróbicos
desarrollan todos los elementos de la cadena de transporte
de oxigeno y el trabajo de la fuerza desarrolla
los músculos y mejora el perfeccionamiento de su sistema
nervioso o endocrino.
En todo esto interfieren muchísimos factores, que hacen que la recuperación, las cargas y en si, la adaptación, sean diferente en cada persona: nuestro ambiente, nivel, características físicas, la genética, edad, ... De ahí la gran importancia de personalizar un plan de entrenamiento en base a todo esto y fijando un objetivo que sea posible de alcanzar.
En todo esto interfieren muchísimos factores, que hacen que la recuperación, las cargas y en si, la adaptación, sean diferente en cada persona: nuestro ambiente, nivel, características físicas, la genética, edad, ... De ahí la gran importancia de personalizar un plan de entrenamiento en base a todo esto y fijando un objetivo que sea posible de alcanzar.
De esta manera más "profunda", seguimos teniendo, con más conocimiento, la libertad de seguir o parar: esa delgada línea.