Englobada dentro de mi calendario de carreras, la II Carrera Norte vs Sur se me antojaba con cariño, junto a la Liberty del año pasado fue de las primeras que hice y disfrute en mi vuelta al mundo del correr. Estaba planificado que fuera mi cierre de esta temporada, dando paso al descanso de unas tres semanas para recuperar fuerzas en beneficio de la siguiente.
La verdad es que he de reconocer, que una vez superado el reto planificado para esta temporada durante la San Silvestre Vallecana, que era bajar de los 40 minutos en los 10 Km, me había relajado demasiado en los entrenamientos y descuidado la mayoría de días de series, presumiendo de novato en mi "primer" año.
Así que llegada la fecha nos dispusimos a afrontar esta carrera de igual manera que afrontas la última serie: algo cansado pero paradójicamente con fuerzas de reserva por ser la última.
Una vez colocado a unos 8 metros del arco de salida, se dió la salida y traté de colarme rápidamente para ganar puestos y alcanzar un ritmo óptimo de carrera. Durante los primeros kilometros logré un estado de concentración inmutable. Una vez llegado al avituallamiento, se noto que este año la organización se había puesto algo más las pilas: dos líneas de unos 20 metros con gente a ambos lados repartían tanto agua como vasos de Gatorade. Por mi parte opté por lo más cómodo, que era la botella de agua, trago por dentro y chorro por encima de la cabeza. Refrescado me seguía sintiendo ligero cuando rodeábamos la Puerta de Alcalá y por entonces me encontraba en cierto punto muerto, entre dos grupos de varios corredores. Algo más adelante acusé un pequeño dolor de tripa, que pedía parar. Haciendo caso omiso (sabía que era responsable hacerlo) apreté un poco más vislumbrando uno de los puntos fuertes del trazado: el mismísimo Diablo coronaba la cuesta del Ángel Caído una vez más, tratando de desafiar a cada uno de nosotros. La decisión de plantarle cara fue inmediata, manteniendo el ritmo de carrera y acortando zancada, fui recortando distancia al pasar al lado del Km 8. Cuando pase debajo del arco que señalizaba el último kilometro, y aunque normalmente no miro el crono, ya que me gusta correr por sensaciones, esta vez lo miré cuando marcaba los 37 minutos.
La "desventaja" de un sprint rápido y de un (buen) crono inesperado.
Estaba en un tiempo magnífico para mí, pensé. Aumenté el ritmo ligeramente para alcanzar definitivamente al grupo de corredores que tenía por delante instándoles a cubrir los últimos metros con fuerza y valor, y casi instantáneamente giramos a la derecha para encarar la recta final. Tan solo unos metros más adelante vislumbre el Pensamiento Alegre y de manera sorpresiva mi cuerpo enchufó la inyección de adrenalina característica para esprintar. Que sensación tan indescriptible y placentera: te ves ligero, no pesas, los pies apenas rozan el suelo y parece que vuelas con una sonrisa en la cara mientras cruzas la meta debajo de una cifra que marca 39:19.
Un buen tiempo para cerrar mi temporada personal.
Felicitaciones a la organización, ha habido importantes mejoras desde el año pasado.
Dorsales, nos vemos dentro de unos meses, llega el tiempo de descanso.
¡Volveremos!
Valoración final en
El Calidómetro