La logística para ir y volver tengo que agradecérsela a Fran, que se llevó mi moto, despidiéndonos en el lugar de la salida, al lado del Estadio de Vallehermoso, donde un gran gentío se agolpaba acrecentando la tensión clásica de la salida. La temperatura por entonces ya era bastante alta.
Allí, ataviado con mi Zoomfly 4 me reencontré con varios compañeros de Los Lunes de Recuperación: numeroso grupo de corredores al estilo de la Panda del Muro, llenos de buen rollo y y compañerismo.
Desconocía el 70% del circuito y por qué calles discurría, tarea que antaño se me antojaba casi obligada y que ahora había descuidado. Sin duda no era el Juanqui de años atrás y aquello produjo una ligera e incómoda espina en mis zapatillas.
¡Pum! Disparo de salida y salimos lanzados. Yo en particular, a un ritmo demasiado endiablado para mi forma física dejando patente que no venía bien enseñado en los últimos meses a escuchar a mi cuerpo en este tipo de carreras. No obstante el disfrute es bestial. No puedo reconocer otra cosa.
La llegada a Plaza de España y posterior subida a Gran Vía me pondrían en mi lugar. Es curioso como corriendo las distancias largas se hacen más cortas, del mismo modo que lo que precisan cuestas nimias se tornan asfixiantes. ¡Lo que me estaba costando subir! Al cruzar al lado de lo que hace años era el venerado Madrid Rock, tienda de discos por excelencia, comienzo a descender hacia La Cibeles exhalando con más tranquilidad, no mucha, ya que al llegar a la famosa plaza giraríamos a la derecha para subir hacia Metro Sevilla, con otro buen desnivel. Hago acopio de emociones positivas que tanto me ayudan y aún así cuesta. Al llegar arriba de nuevo otro tobogán descendiendo hasta el Oso y el Madroño. La carrera es dura de narices y con el mismo grado de belleza. El recorrido es de los más bonitos que haya podido hacer hasta ahora.
Subimos por una la empinada Calle de Carretas pasando al lado de la Plaza de Jacinto Benavente para dirigirnos hacia los empedrados suelos de la Plaza Mayor y posteriormente la calle con mismo nombre. Aguanto el ritmo a pesar de haber pasado ya la mitad de la carrera con un nivel de esfuerzo por encima del que debía.
Aparecerían más adelante unas vertiginosas curvas hacia abajo haciéndonos prever un esquiador haciendo eslalon, muy técnicas para ser en asfalto.
Pocos metros adelante se encontraba la meta en donde emocionado me reencontré con mi ahora excompañera Cris que me entregaba en meta una botella de agua.